Mi colaboración periódica en el diario Hoy:
LA NUEVA CAVERNA
Que la tecnología avanza más deprisa que nuestra capacidad de análisis y crítica es un hecho innegable. De vez en cuando es necesario hacer un alto en el camino y pensar qué estamos haciendo y por qué.Las nuevas redes sociales que nos ha facilitado internet, nos proporcionan una sensación de comunicación que no es real. Facebook y Twitter son medios, y como todos los medios deforman la percepción de lo que transmiten. La mayor deformación que realiza Twitter es evidente: limitar una comunicación a 140 caracteres deja fuera muchos matices que pueden ser útiles para una correcta interpretación el mensaje. Imagínense un periódico en el que todo fueran titulares.La que realiza Facebook es más sutil: la rentabilidad de este tipo de negocios viene dada por tener un número de usuarios muy elevado, lo que hace que los individuos recortemos nuestra identidad para integrarnos en una identidad superior común, en una colmena, y aceptemos sin cuestionarnos lo que nos da y lo que no nos da. Aparece así una censura mojigata en la que, por ejemplo, un desnudo es inmediatamente borrado.Por otro lado está la veracidad de la información. En un contexto en el que cualquiera puede emitir anónimamente su opinión o informar acerca de algo, ¿cómo sabemos el grado de calidad de lo trasmitido?Así nos encontramos con una red en la que prima la cantidad sobre la calidad, en la que la plataforma es más importante que los contenidos, y en la que la masa está por encima de las personas. Nuestra obligación es tener todo esto en cuenta si no queremos convertirnos en consumidores en lugar de ser usuarios.Si les interesa el tema, acaba de publicarse un libro de Jaron Lanier de desacertado título, 'Contra el rebaño digital', en el, sin embargo, encontrarán un análisis de calidad.
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