Los hábitos de los artistas: Balzac acostumbraba beber 50 tazas de café al día, Frank Baum unas 4 o 5 con el desayuno, Beethoven una sola taza con 60 granos.
Muchas
personas son incapaces de comenzar su día sin una buena taza de café.
Sea por el delicioso sabor reconfortante o por la dosis de cafeína que
conlleva una taza de la adictiva bebida, esta ha sido una parte
primordial de la existencia y convivencia social de la raza humana por
siglos.
Desde que el café se convirtió en una
actividad tradicional en la vida diaria occidental en el siglo XVI, este
ha sido utilizado por las mentes más brillantes cómo una fuente de
energía y ha llegado a constituir parte de la rutina sorprendentemente
normal de muchos genios.
Un artista que disfrutaba empezar su día
con una taza de café era Beethoven, cuya precisión al componer música
se reflejaba en la minuciosidad con la que preparaba, él mismo, su taza
de café en las mañanas. El compositor estaba completamente seguro de que
la taza perfecta de café debía llevar 60 granos, por lo que con
frecuencia las contaba en la mañana.
El filósofo Søren Kierkegaard prefería
una mezcla mucho más dulce; tomaba una bolsa de azúcar y la vertía con
entusiasmo en una taza hasta que el polvo blanco rebasara el tope de la
taza, después vertía café negro muy concentrado y observaba mientras que
la pirámide de azúcar se disolvía. Cuando se sentía satisfecho con su
preparación, Kierkegaard la bebía en un solo trago.
El escritor de El Mago de Oz,
Frank Baum, también empezaba su día con un buen desayuno y 4 o 5 tazas
de café con azúcar y crema. El matemático Paul Erdös creía que “Un
matemático es una máquina que puede convertir el café en teoremas”, y
gustaba de tomar expresos y tabletas de cafeína (con la anfetamina
ocasional).
Entre los otros genios que no podían
vivir sin una taza de café se encuentran Proust, Glenn Gould, Francis
Bacon, Jean Paul Sartre, Gustav Mahler y Balzac. Sin lugar a dudas el
amor (o quizá dependencia) de Balzac supera a todos los demás. Parte de
la rutina diaria del escritor incluía cenar ligeramente a las 6 pm y
después acostarse. A la 1 am se despertaba y se sentaba frente a su mesa
a escribir por 7 horas sin interrupción alguna. A las 8 am se permitía
el lujo de tomar una siesta de hora y media, al despertar se ponía a
trabajar bebiendo entre las 9.30 am y 4 pm taza tras taza de café negro;
podía tomar hasta 50 tazas de café mientras escribía. El biógrafo de
Balzac Herbert J. Hunt describió su rutina extrema como “orgías de
trabajo puntuadas por orgías de relajación y placer”, el café era para
Balzac tan placentero cómo necesario para trabajar.
Balzac describe su admiración de la siguiente manera:
“El café acaricia la boca y la garganta y
pone todas las fuerzas en movimiento: las ideas se precipitan como
batallones en un gran ejército de batalla, el combate empieza, los
recuerdos se despliegan como un estandarte. La caballería ligera se
lanza a una soberbia galopada, la artillería de la lógica avanza con sus
razonamientos y sus encadenamientos impecables. Las frases ingeniosas
parten como balas certeras. Los personajes toman forma y se destacan. La
pluma se desliza por el papel, el combate, la lucha, llega a una
violencia extrema y luego muere bajo un mar de tinta negro como un
auténtico campo de batalla que se oscurece en una nube de pólvora.”
Tal pareciera que las fuerzas en
movimiento de 50 tazas de café al día terminaron perjudicando la salud
de Balzac; hacia el final de su vida tenía la presión alta, dolores de
cabeza crónicos, espasmos faciales y cólicos. Murió a los 51 años de
edad a causa de un fallo cardiaco. El café se ha vuelto una pieza
irremplazable dentro de nuestra cultura, no importa cómo lo tomemos:
expreso, cortado, negro, ristretto, chemex, frío, y cientos de otras
maneras, seguirá inspirando a genios, impulsando nuestros sueños y
llenando de energía nuestro día a día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario